domingo, 20 de enero de 2013

LIBERALISMO PERIODÍSTICO



DE SYLLABUS

“El liberal no soporta sino las verdades blandas”.
Nicolás Gómez Dávila

“Ahora que el rayo cayó sobre el árbol, no faltan los que afilan las hachas para hacer leña. Ni los que por defenderlo resaltan un solo aspecto  de su personalidad, contribuyendo a consolidar la imagen monstruosa que los medios masivos han instalado en la sociedad”. Esto escribía el 2 de septiembre de 2009 el Editor y Responsable de un sitio web periodístico católico sobre Monseñor Williamson, cuando desde todas partes –también desde la Fraternidad, claro está- le caían encima. Y si bien es cierto que ese periodista aprobaba su expulsión del Seminario –o, digámoslo más suave, su salida- como un mal menor, también decía que “es un hombre de gran misericordia, característica esencial del corazón sacerdotal”, o que Williamson “es un verdadero Quijote británico. Detesta el engaño y consecuentemente, no tiene mayor aprecio por las cualidades diplomáticas. Da todo, cuando entrega su confianza. Las traiciones lo hieren profundamente”.

Ya muy lejos de tan sentido elogio, y habiendo demostrado hasta el hartazgo su postura obsecuente con el liberalismo de quienes dirigen la Fraternidad –aunque más no sea evitando dar a conocer noticias varias que podrían intranquilizar a su cada vez más escasa clientela- hoy ese periodista deseoso de ver a la FSSPX insertada en esta Roma –en la Roma modernista de Benedicto XVI, no en la de Pío XII, entiéndase, porque cree que el Papa actual es un “restaurador”-, ese periodista, en el rol de sabio que tan fácil les sale adoptar a los periodistas, toma su hacha –bastante desafilada, por cierto- y dictamina que Monseñor Williamson es un “ingenuo” que está fuera de la realidad (¡justo Monseñor Williamson!) y un “salvaje” metido en “disparates novelescos”.

Pero, ¿quién es el ingenuo?

El periodista-moderador, todo un iluso, afirma proféticamente –coincidiendo con el Padre Bouchacourt- cosas como que el modernismo y el Vaticano II acabarán por una cuestión evolutiva o cronológica, no por el sacrificio cruel y generoso de algunos santos mártires, como siempre fue vencido el Fariseísmo: “El Vaticano II morirá por el paso del tiempo. Será salteado, o tal vez hasta condenado por la enorme confusión en que puso a la Iglesia. O tal vez alguien se tome el trabajo de podar sus excrecencias y anotar sus circiterismos al punto de tener un aparato crítico más largo que los textos mismos. Hay gustos para todo. En la práctica, se le pasará por arriba como a alambrado caído: casi sin notar su presencia”.

Ese periodista, siguiendo a otro “dreamer” como Monseñor Fellay, piensa que el problema está en un 5% del Concilio y no tiene problemas con el otro 95%: “Es que ese 5% es definitorio, porque es lo que no puede quedar en pie. Es el katejon, el gran obstáculo. Si se logra revertir ese 5%, el 95 ya no tiene importancia. ¿Qué se podrá temer a una redacción ambigua cuando un documento magisterial de la jerarquía necesaria haya fijado la interpretación correcta, única posible dentro de la ortodoxia. La frase ambigua pasará a la historia como un espantoso dolor de muelas que finalmente se pudo superar, no sin la pérdida de algunas piezas importantes”.

Ese hombre sabio (según el mundo) cree que “la restauración católica está ocurriendo inclusive bajo la acción de congregaciones que hoy gozan de la aprobación de la Santa Sede. Claro que tienen limitadísimas posibilidades de cuestionar abiertamente la causa de la crisis. Repito, estas obras tienen un margen de acción limitado, es evidente. Pero cada vez es mayor en función delterreno recuperado por la FSSPX. Por ejemplo, el Motu Proprio Summorum Pontificum les ha abierto un enorme camino. Y el Motu Proprio es un triunfo de la FSSPX (sic)” y habla de la “increíble ceguera de los que no ven el enorme progreso que significa el Motu Proprio”.


Ese periodista dice que en la Fraternidad “Nadie es perseguido. Por el contrario, la paciencia y tolerancia han sido extremas con aquellos que han desafiado públicamente la autoridad legítima de la FSSPX” y que quien piensa lo contrario tiene “un juicio erróneo de la realidad”, y eso pese a que  prohibieron la palabra, persiguieron y expulsaron a un obispo y a sacerdotes, y los fieles ya no pueden confiar en sus sacerdotes porque éstos no hablan sobre la crisis de la Fraternidad o reprenden a quienes quieren hablar del tema.

Este periodista liberal, que inmerso en una fantasía es arrastrado por la corriente, y que se ve desmentido a cada paso por la realidad que no puede ver y de la que no informa a sus lectores, como es su obligación de periodista, no soporta que pueda ponerse en cuestión su 95 % de optimismo, y que encima el que lo haga sea Monseñor Williamson, que ya puso en riesgo a la Fraternidad ante el mundo cuando ésta empezaba a ser bien considerada e iba camino al “reconocimiento”. Hoy, sumado a la corriente que desemboca en el Vaticano (Segundo), pues es muy difícil resistir ya que, como dice Mons. Williamson, muchos podrán sucumbir ante la tentación que “será preferir el confort al rigor y la rutina al trastorno”, en estas circunstancias el liberal, los liberales, cuando alguien intenta devolverlos a la realidad y despertarlos de su sueño, dejan aparecer una furia y una dureza que nunca le aplican a los enemigos de la Iglesia, en su afán de mostrarse siempre “moderados”, “equilibrados”, “prudentes” y “civilizados”. No aceptan sino aquellas verdades que no los perturben ni incomoden. ¿Cómo admitir sino que han sido engañados?

De allí deriva su agresividad, de su resistencia a la verdad que no es como la esperaban, de su temor al desengaño, como sucede por ejemplo en otro blog más obsecuente todavía, donde se ha dicho con un histerismo increíble que “se está con la Fraternidad o se está contra ella”, es decir, que la Fraternidad es Dios, es infalible, es el todo, y por eso lo tratan allí a Monseñor Williamson literalmente de “idiota útil”. Un "idiota" al que, por cierto, son incapaces de refutar en sus escritos. Así de imbéciles son los liberales, ciegos que pretenden guiar a otros ciegos. Útiles al enemigo. Son la otra cara de la misma moneda falsa que el diablo manipula a gusto para alejar a los fieles de la verdadera Tradición…precisamente haciendo que aquellos se llamen a sí mismos “la verdadera Tradición”. La otra cara de esa moneda que completa los extravíos de los “purísimos” de la famosa Radio con quienes sostienen un intercambio de epítetos nada amables, y a quienes desaconsejan leer...pero ofrecen sus links para poder leerlos. Claro que aquellos otros son menos problemáticos porque salvo un puñado de desquiciados la mayoría los rehúye. En cambio, los que suelen presentarse como atildados, “prudentes” y “equilibrados”, los que se presentan como la otra cara del “catolicismo salvaje”, los liberales que omiten la información que no les conviene y tratan de disimular su incapacidad de refutar a quienes atacan con palabras ahuecadas al estilo Mariano Grondona, estos son capaces de distraer un poco más de tiempo a los lectores que se conforman con que les digan lo que quieren escuchar para así permanecer durmiendo bajo el árbol de la FSSPX. Pero éste no es precisamente “el sueño de los héroes”. Nuestro Señor nos apremia: “Velad”.

Como decía Monseñor Lefebvre, a quien recientemente citáramos y lo volvemos a hacer: “La ceguera…Dios ciega a los que no resisten el error, a los que no quieren defender la verdad. Dios los ciega. No quisieron defender la verdad en el Concilio, dejaron que el error creciera en el Concilio, Dios los ha cegado. Ya no ven la verdad, lo que está bien, lo que está mal, ya no son capaces de ver la diferencia. “Tienen ojos y no ven”, dice la Escritura. Pienso que esto es semejante”.

Por esta razón, por resistir al error, Monseñor Williamson permanece y resiste en la verdad, fiel a Nuestro Señor. Siendo apedreado desde todas partes, como San Esteban, con la vista fija en la verdad que es Dios. El mismo periodista-moderador decía de él en su nota del año 2009 ya citada: “Es un enamorado de la verdad, y como todo caballero fiel, la propaga y la defiende, al estilo de Don Quijote, a veces con prudencia de paloma, siempre con candidez de paloma”.

A diferencia de Monseñor Williamson, estos periodistas han perdido el amor –y por lo tanto el sabor- de la verdad, y confundidos e inmersos en el error, propagan y defienden la verdad a medias, e incluso cada vez de forma más torpe, resisten y combaten la verdad, por creerse listos como serpientes. No reconocen la verdad detrás de las apariencias, como don Quijote; entonces actúan como el bachiller Carrasco, temerosos de cualquier aventura, pues olvidan, como decía Chesterton, que el Cristianismo es “la más viril y aventurera de todas las teologías”.

Quiera Dios devolverles el deseo de la verdad, el amor a la verdad; que como el ciego sean capaces de decirle a Nuestro Señor: “¡Señor, haz que vea!”, y que prefieran, como Santa Teresa, “la verdad en soledad, al error en compañía”.