lunes, 23 de febrero de 2015

DOMINICOS DE AVRILLÉ: EL GREC (GRUPO DE REFLEXIÓN ENTRE CATÓLICOS), UNA HISTORIA OCULTA, AHORA REVELADA - Parte 3 y final.




Los resultados del GREC

En 2010, cuando comenzaron las discusiones doctrinales en Roma, entre la Santa Sede y la Fraternidad San Pio X, el GREC cesó sus actividades, por lo menos las conferencias-debates[1]. Correos, conversaciones telefónicas, ¿continuaron para avanzar la “necesaria reconciliación”? Es muy posible. Cuando se comparte el mismo objetivo, no es de la noche a la mañana que se cortan las relaciones y las amistades entabladas en el paso de los años. Por otra parte, es muy peligroso mantener contactos con los herejes, y la herejía modernista es la más peligrosa a este respecto, pues ella no afirma claramente sus errores. Encontrándose frecuentemente, se termina por ligarse con amistad, relativizar lo que nos opone, ya no hablar de ello, hasta que se abandona el combate.  Cuántos sacerdotes de la Tradición cayeron por haber jugado este juego imprudente, con buenas intenciones al principio. Para un tal apostolado, es necesario hombres fuertes como lo fue Mons. Lefebvre. Habiendo conocido a la Roma de Pio XI y Pio XII, no se dejó impresionar por la Roma de Paulo VI o de Juan Pablo II. Incluso un obispo de la envergadura de Mons. Lefebvre estuvo a punto de caer en la trampa, firmando un protocolo de acuerdo el 5 de mayo de 1988. Pero se recobró heroicamente durante la noche y nos salvó.

Es tiempo de dar un balance de las actividades de esta agrupación entre 1998 y 2010.

El fracaso de las conferencias-debates.

Es impresionante ver, leyendo la obra del P. Lelong, que después de doce años de discusiones, no hubo cambio del lado de los “conciliares”, sabiendo todas las tendencias que existen en aquellos que reivindican el Vaticano II: “cada uno mantuvo sus posiciones[2]”.
Dom de Lesquen todavía está persuadido de que las consagraciones episcopales de 1988 fueron “un acto cismático”, pudiendo conducir a un “cisma real” (pág. 13).
El P. Lelong es tan entusiasta por el último concilio, que consagró un capítulo entero de la obra a defenderlo sin ninguna reserva (Cap. IV, págs. 71-87).
Incluso los prejuicios más groseros respecto a los tradicionalistas se mantuvieron intactos. Así, relatando una entrevista de marzo de 2003 con el Cardenal Castrillón Hoyos, el P. Lelong escribe:
Observamos que, en nuestro país, las incomprensiones y tensiones entre el episcopado y la FSSPX, tenían frecuentemente motivaciones políticas, mucho más que razones verdaderamente teológicas. Esta observación me pareció muy justa pues, en los años 70, frecuentemente escuché de los obispos franceses reprochar a los católicos apegados a la misa en latín el ser de “extrema derecha” (págs. 44-45).
Estar allí después de doce años de reuniones, discusiones, conferencias-debates, tiene algo de desesperante.
El P. Lelong replicará que la finalidad del GREC no era arreglar la cuestión doctrinal, cosa que solo puede hacer la autoridad. Cierto, pero sin tener la pretensión de resolver los problemas actuales con toda la técnica de los teólogos, es difícil comprender que los sacerdotes, obispos, hablando de doctrina durante doce años, no hayan avanzado ni un paso. Y ¿cómo explicar que las discusiones que tuvieron lugar en 2010 y 2011 entre los teólogos romanos y los de la FSSPX, dirigidos notablemente por éstos últimos, resultaran en el mismo fracaso?
¿De dónde viene la imposibilidad de discutir sobre la crisis en la Iglesia?
La primera causa, en el clero actual es, de manera general, una concepción subjetiva y evolutiva de la verdad, proveniente de una formación filosófica falseada.
Cuando ya no se busca la verdad, no queda más que el “diálogo”, para encontrar un modo de vivir juntos sin hacerse la guerra, llegar a cierta unidad respetuosa de nuestras divergencias. La palabra diálogo vuelve sin cesar en toda la obra:
Cuando estamos en amistad, dice el P. Lelong, pienso frecuentemente en Gilbert Pérol que, al participar activamente en el diálogo islámico-cristiano, tuvo la idea de este diálogo entre católicos (pág. 27).
Desde el Vaticano II, se habla mucho en la Iglesia del diálogo con los protestantes, los judíos, los musulmanes, el Dalai Lama, y también con los ateos. Con los que no había diálogo, eran los fieles apegados a la misa de San Pio V, etiquetados como integristas (pág. 60)[3].
La finalidad misma del coloquio parece lograda: los católicos franceses, de sensibilidades diversas e incluso opuestas, han aceptado libremente el comprometerse con un diálogo que no prejuzga en nada una total reconciliación –dominio reservado a los superiores competentes- pero que abre la posibilidad, cuando llegue el día, que las instancias del diálogo se encuentren ante compañeros capaces de comprensión y respeto mutuo, ya no acantonados en oposiciones radicales[4].
En su obra magistral Iota Unum, Romano Amerio dedica todo un capítulo al diálogo (capítulo XVI)[5]:
Este término es totalmente desconocido e inusitado en la doctrina antes del concilio Vaticano II (pág. 296). (…) El diálogo, dicen ahora, no tiene como finalidad la refutación del error ni la conversión del interlocutor[6].
El papa Benedicto XVI, en su último discurso de Navidad a la Curia, antes de su lamentable dimisión, dijo claramente cuál es la concepción del diálogo para la iglesia conciliar:
-El diálogo no tiene como finalidad la conversión sino la comprensión. En esto se distingue de la Evangelización, de la misión.
-En este diálogo, las dos partes permanecen conscientemente en el interior de su identidad, que no cuestionan ni para ellas mismas ni para los otros[7].
El GREC se sitúa resueltamente en esta perspectiva. El P. Lelong, hablando de la fundación de este grupo de reflexión, escribe:
Quedaba por precisar la mejor manera de realizar este hermoso proyecto, asociando a él a católicos pertenecientes a corrientes de pensamiento muy diversas pero que comparten nuestra preocupación de contribuir a la unidad de la Iglesia en el respeto de las legítimas diversidades (pág. 25).
¿Hasta dónde es legítima la diversidad? El P. Lelong da la solución:
Después del motu proprio del Santo Padre de julio de 2007, se puede esperar que el antiguo y el nuevo rito no solamente van a cohabitar, sino a enriquecerse mutuamente, como lo desea Benedicto XVI (pág. 82).
Es necesario que la FSSPX comprenda que, si ella tiene mucho que aportar a la Iglesia de Roma, ella también tiene mucho que recibir. Por lo tanto es necesario que ella cese de rechazar en bloque el Vaticano II y que ella acepte sus grandes orientaciones interpretándolas como lo propone hoy el Santo Padre (pág. 85).
El P. Barthe piensa que esta cohabitación de los contrarios puede hacer regresar poco a poco las autoridades de la Iglesia a la Tradición:
Igualmente que, desde el punto de vista litúrgico, el motu proprio dice: la misa tradicional jamás fue abolida, llegaremos a una situación en donde se dirá: la doctrina anterior al Concilio, sobre los puntos controvertidos, jamás fue abolida. Se puede seguir la “doctrina extraordinaria”. Y así como la liturgia extraordinaria atrae hacia ella la liturgia ordinaria, así se puede desear que la “doctrina extraordinaria” atraerá a la “doctrina ordinaria” (pág. 121).
Queremos gritar ¡sufficit!

¿Cuál es la parte respectiva de las presiones romanas y del GREC en la evolución del pensamiento de Mons. Fellay? Es difícil de decir. Ambos tuvieron ciertamente su influencia. En todo caso, el espíritu del GREC se encuentra perfectamente en la Declaración Doctrinal de Monseñor Fellay enviada al Cardenal Levada el 15 de abril de 2012 para comprometer a todos los católicos fieles (que lo ignoraban) en un acuerdo práctico con la Roma conciliar:

"La completa Tradición de la fe católica debe ser el criterio y la guía para la comprensión de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, el cual a su vez, ilumina -es decir profundiza y explica ulteriormente- ciertos aspectos de la vida y de la doctrina de la Iglesia, implícitamente presentes en ella, y aún no formulados conceptualmente" (n° 4).
"Nosotros declaramos reconocer la validez del sacrificio de la Misa y de los Sacramentos celebrados con la intención de hacer lo que hace la Iglesia según los ritos indicados en las ediciones típicas del Misal romano y de los Rituales de los Sacramentos legítimamente promulgados por los papas Paulo VI y Juan Pablo II" (n° 7).
Esta Declaración Doctrinal jamás fue retractada por Monseñor Fellay. Fue simplemente “retirada” con motivo de que “desgraciadamente, en el contexto actual de la Fraternidad, ella no pasará[8]”.

Monseñor Fellay debería saber que el compromiso con el error jamás hará la unidad.
Para la Iglesia, el primer principio de unidad es la fe:
Jesús quiso que la unidad de la fe existiese en su Iglesia; pues la fe es el primero de todos los vínculos que unen al hombre con Dios, y a ella es a la que debemos el nombre de fieles. (…) La Iglesia nada ha deseado con tanto ardor ni procurado con tanto esfuerzo cómo conservar del modo más perfecto la integridad de la fe[9].
Un “diálogo”, donde una parte de los interlocutores no busca la verdad sino al contrario, una unión fuera de la enseñanza infalible de la Iglesia, no puede ser más que un fracaso. Y quien pierde es la Iglesia y la Fe.

En estas condiciones, se comprende que después de doce años de discusiones -a veces mensuales- los interlocutores conciliares de los representantes oficiosos de la Fraternidad, permanecieron en sus posiciones.

Una diplomacia peligrosa, y una fragilización de la Tradición.

Si el GREC se limitó a las discusiones que no obtuvieron resultados, podremos decir con mucha razón que se perdió el tiempo, y que la hora de la restauración de la Iglesia no ha llegado.

Pero poner en movimiento a todas las autoridades de la Iglesia haciéndoles pensar que la FSSPX desea una regularización canónica y estar en plena comunión con la Santa Sede, ¿hay algo más peligroso en una hora en que la iglesia conciliar continúa su caída en la apostasía?

Esto fue completamente opuesto a las resoluciones que la misma Fraternidad tomó en su capítulo general de 2006:
Los contactos que la Fraternidad mantiene episódicamente con las autoridades romanas, tienen como único objeto ayudarlas a recuperar la Tradición que la Iglesia no puede renegar sin perder su identidad, y no la búsqueda de una ventaja para ella misma, o de llegar a un imposible “acuerdo” puramente práctico. El día en que la Tradición recupere todos sus derechos, el problema de la reconciliación no tendrá razón de ser y la Iglesia encontrará una nueva juventud[10]”. 
Esta firme resolución debió, normalmente, detener las tratativas diplomáticas del GREC a partir del 2006. No lo hizo.

Entonces, mientras que en el mundo entero la Tradición continuaba viviendo y desarrollándose en la paz, creyéndose protegida por las decisiones de las más altas instancias de la Fraternidad, un grupo informal compuesto de personalidades tradicionalistas y conciliares, continuaba discretamente a preparar la vía a un acuerdo práctico con “la Roma de tendencia neo-modernista y neo-protestante[11]”.

El resultado es la Tradición ha estado al borde de la catástrofe en junio de 2012: el levantamiento de las “excomuniones” en 2009, que puso en marcha “un proceso inevitable de acercamiento en vista de acuerdos entre la Santa Sede y la FSSPX”, como lo predijeron los animadores del GREC en su carta al papa[12]. Mons. Tissier de Mallerais comentará:
Tengamos confianza en la Santísima Virgen que nos ha preservado de un muy mal paso, es verdad. Este año, Ella nos preservó de este mal paso, Ella no quiso esta historia de los acuerdos: a saber, que fuéramos a Roma a someternos a las autoridades conciliares. Ciertamente que ellos son la autoridad en la Iglesia, el papa es papa, sucesor de Pedro, pero también es el representante de este sistema de Iglesia que cubre la Iglesia, que paraliza la Iglesia, que envenena la Iglesia, es lo que llamamos la iglesia conciliar por comodidad de lenguaje. No es otra Iglesia, es otro tipo de Iglesia, es una nueva religión que ha penetrado en la Iglesia católica, sostenida por el papa y toda la jerarquía, todos los obispos, salvo excepciones rarísimas.
¿Cómo quieren, queridos fieles, que nos sometamos a tal jerarquía? Hubiera sido imposible colaborar, hubiera sido una colaboración de pacotilla, una mentira. Jamás hubiéramos colaborado y hubiéramos sido perseguidos sin cesar, amenazados por los obispos y por Roma. ¿Cómo quieren sobrevivir bajo tales condiciones?[13]
Sin embargo, la Tradición terminó debilitada.

Es difícil decir qué parte exacta tuvo el GREC en la evolución de la Tradición desde 1998. En todo caso, no podemos dejar de relacionar los llamados reiterados de esta agrupación a cesar los ataques contra Roma, y el hecho -constatado por todos- de la pérdida del espíritu de combate de la Tradición. Por lo menos de manera general. El ejemplo emblemático es el boletín de DICI, órgano oficial de la Casa General de la Fraternidad. Dirigido por el P. Lorans, uno de los principales animadores del GREC, DICI se aplica en mostrar siempre lo que es menos malo en el papa y se calla los escándalos que hacen perder la fe. Las quejas y reclamaciones continuas a Monseñor Fellay, provenientes de las autoridades de la Fraternidad, sacerdotes, fieles, jamás han tenido efecto alguno. Tal pertinacia nos da la evidencia de un cambio de orientación.
En la conferencia citada más arriba, Mons. Tissier lanzó la señal de alarma:
Mons. Lefebvre transmitió lo que recibió. Toda la herencia del P. Le Floch[14], del Seminario, toda su experiencia, las transmitió en la Fraternidad, y esto seguirá con la condición de que continuemos con el mismo espíritu de combate. No se trata de bajar las armas en plena batalla; no iremos a buscar un armisticio cuando la guerra está en su peor momento, con Asís III o IV, con la beatificación de un falso beato –el papa Juan Pablo II- una cosa falsa, una falsa beatificación y la exigencia recordada sin cesar por Benedicto XVI de aceptar el concilio y las reformas, y el magisterio posterior del concilio.
La voz de Mons. Tissier, eco de la de Mons. Lefebvre, parece haberse perdido en el desierto. No pensemos que sin consecuencias.

Las primeras generaciones construyeron la Tradición a punta de espada. Las nuevas generaciones recibieron todo sin tener que combatir: capillas, escuelas, seminarios, casas religiosas, etc. Están dormidas en un confort burgués. Como recién lo escribió un editorialista:
La inmensa mayoría de los fieles de nuestras capillas no se forman, no leen, no se preocupan más que episódicamente del provenir de su familia y de sus hijos. La asistencia a misa -a la cual llegan tarde muy frecuentemente- constituye para ellos el máximo que pueden consentir para su salvación. Algunos agregan el rezo del Rosario diario, los más fervorosos el Rosario completo. Algunos liberarán su consciencia firmando una petición o arriesgándose en alguna “manifestación”, pero es todo. No les hable de un trabajo de fondo, del estudio –por ejemplo- de la masonería y su papel en el estado actual de una sociedad que se descristianiza. Evoque con ellos las raíces de la descomposición de la Iglesia convertida en conciliar, o de la crisis que afecta gravemente a la Tradición ahora mismo, y les importa muy poco, los tiene sin cuidado.
Habría que agregar la inmodestia en el vestir cada vez mayor en numerosas capillas, la disminución de fieles que asisten a los ejercicios espirituales, y, como consecuencia, la insuficiencia del número de vocaciones, etc.

Hay por supuesto, felices y edificantes excepciones, pero no numerosas para dar un soplo de fervor al conjunto.

A la hora que escribimos este artículo, no sabemos si un acuerdo práctico de la FSSPX con la Roma modernista se hará en un futuro más o menos próximo. Pero el simple hecho de ya no denunciar los escándalos de Roma, o de hacerlo tímidamente y bajo la presión de los fieles y de sacerdotes inquietos, evitando atacar nominalmente al papa, hace que la Fraternidad se parezca cada vez más a las comunidades Ecclesia Dei que han abandonado el combate de la fe. Cuando el espíritu de estas comunidades se adquiera plenamente, un acuerdo práctico con la Roma actual no planteará ningún problema a nadie. La nueva orientación de la Casa general de la Fraternidad habrá destruido la obra de Mons. Lefebvre. El enemigo habrá vencido.

La Providencia, ¿suscitará un pequeño resto para continuar el combate y salvar lo que puede ser salvado?

Fin.



[1] Es lo que la señora Pérol afirmó en su entrevista en Radio Courtoisie (13 de abril de 2012)
[2] P. Lelong, entrevista sobre el GREC en Radio Courtoisie.
[3] Intervención de la señora Huguette Pérol durante la conferencia-debate del 26 de abril de 2007.
[4] Carta del P. de la Brosse O.P. al Cardenal Castrillón Hoyos, del 6 de enero de 2004.
[5] Romano Amerio, Iota Unum, París, NEL, 1987, pág. 301.
[6] Esto lo dice La instrucción para el diálogo, publicada el 28 de agosto de 1968 por el Secretariado para los no-creyentes (Nota 7, pág. 301, del libro Iota Unum).
[7] Benedicto XVI, Discurso a la Curia, 21 de diciembre de 2012, La Documentation Catholique, 20 de enero de 2013, n° 2504, pág. 55.
[8] Carta de Mons. Fellay al papa Benedicto XVI, de fecha 17 de junio de 2012.
[9] León XIII, encíclica Satis Cognitum del 29 de junio de 1896.
[10] El capítulo general retomó aquí los términos de la carta de Mons. Lefebvre al papa Juan Pablo II, del 2 de junio de 1988.
[11] Mons. Lefebvre, Declaración del 21 de noviembre de 1974.
[12] Carta del 20 de octubre de 2008, citada más arriba.
[13] Mons. Tissier de Mallerais, Conferencia en Gastines, 16 de septiembre de 2012.
[14] El P. Le Floch fue el director del Seminario Francés de Roma donde Mons. Lefebvre realizó sus estudios sacerdotales y donde se nutrió de la enseñanza de los papas, especialmente contra los errores modernos.