domingo, 17 de mayo de 2015

DOMINICOS DE AVRILLÉ: PEQUEÑO FLORILEGIO DEL PADRE CALMEL


P. CALMEL
Sobre algunos temas candentes o menos candentes.
El P. Roger-Thomas Calmel O.P. falleció el 3 de mayo de 1975 (primer sábado del mes de María). Por el vigésimo aniversario de su llamado a Dios, nosotros publicamos en su memoria, hace veinte años, un número especial de Le Sel de la terre (el número 12 bis, del cual quedan algunos ejemplares).
Por su cuadragésimo aniversario, les presentamos este pequeño florilegio.
Le Sel de la terre.
El lenguaje flexible
En julio-agosto de 1964 -la primera sesión del Vaticano II había concluido hacía algunos meses- el P. Calmel atacaba, en Itinéraires, el lenguaje flexible que invadía la Iglesia.

"Yo siempre tuve horror a las expresiones flexibles, viscosas o evasivas que pueden ser tomadas en todos los sentidos, a las cuales cada quien puede hacer decir lo que quiera; el tecnócrata por ejemplo podría encontrar allí la aprobación de su despotismo tecnocrático y el ermita fabricante de cestas, una consoladora bendición por su trabajo de contemplativo. Y las expresiones flexibles, viscosas o evasivas me provocan tanto más horror cuando se cubren de autoridades eclesiásticas: los monseñores, los sacerdotes o los abades. Sobre todo, estas expresiones me parecen una injuria directa a Aquél que ha dicho: Yo soy la Verdad Ustedes son la luz del mundo Que vuestra palabra sea sí, sí, no, no".[i]
El «complotismo»
Denunciando la « táctica del Dragón en los tiempos modernos, que suscita sociedades ocultas, verdaderas contra-sociedades que se infiltran como un virus en las sociedades santas para desnaturalizarlas », el P. Calmel agrega:
"Los cristianos que lo reciben con una sonrisa indulgente cuando usted evoca las sociedades secretas y sus proyectos de subversión mundial, muestran sobre todo que ellos tienen una idea muy corta de la malicia del demonio y de sus métodos de combate. No es porque ciertas obras sobre las sociedades secretas testimonien un simplismo que aflige, que es razonable y cristiano tener a estas sociedades como de cantidad despreciable, cercana a cero".[ii]
El espíritu del Vaticano II
Siempre abrimos con una especie de sobrecogimiento el prólogo de La Apología por la Iglesia de siempre del P. Calmel[iii]. Encontramos allí, de entrada, uno de los más penetrantes análisis que jamás hayan sido realizados sobre el Vaticano II, sus intenciones, sus ilusiones, su espíritu. En el cincuenta aniversario de la clausura de este concilio, convendría reproducir estas páginas:
"Extraviados por la gran quimera de querer descubrir los medios infalibles y fáciles de realizar de una buena vez la unidad religiosa del género humano, los prelados, los prelados que ocupan los cargos más importantes, trabajan en inventar una Iglesia sin fronteras en la cual todos los hombres, previamente dispensados de renunciar al mundo y a Satanás, se encontrarán sin tardanza libres y fraternales. Dogmas, ritos, jerarquía, incluso el ascetismo si se quiere, todo subsistirá de la primera Iglesia, pero todo será desprovisto de las protecciones requeridas, queridas por el Señor y precisadas por la Tradición; por lo mismo todo será vaciado de la savia católica, de la gracia y de la santidad. Los adeptos de las confesiones más heteróclitas, e incluso aquellos que rechazan todas las confesiones, entrarían entonces al mismo nivel; pero ellos entrarían a una Iglesia engañosa. Esta es la presente tentativa del prestigioso amo de las mentiras y de las ilusiones. He aquí la gran obra, de inspiración masónica, en la cual hace trabajar a sus secuaces, sacerdotes sin la fe promovidos como teólogos eminentes, obispos inconscientes o felones si no apóstatas disfrazados, llevados rápidamente al colmo de los honores, investidos de las más altas prelaturas. Ellos consumen su vida y pierden su alma edificando una Iglesia posconciliar, bajo el sol de Satanás.
     Los dogmas, decididamente golpeados por el relativismo de la nueva pastoral que no condena ninguna herejía, ya no proponen un objeto preciso y sobrenatural; por consiguiente ya no es necesario para recibirlos, suponiendo que la palabra conserve todavía en este caso un significado, de inclinar la inteligencia ni de purificar el corazón.
    Los sacramentos se ponen al alcance de aquellos que no creen ; ya casi nada impide de acercarse a los incrédulos y los indignos, los nuevos ritos eclesiásticos se han vuelto extraños, por su inestabilidad y su fluidez, al signo sacramental eficaz de sí mismo, divinamente fijado por el Salvador una vez por todas y hasta que Él regrese.
       Para la jerarquía, ella se disuelve insensiblemente en el pueblo de Dios del cual tiende a convertirse en una emanación democrática, elegida por sufragio universal para una función provisoria.
Gracias a estas innovaciones sin precedentes, se felicitan de haber abatido las barreras que retenían fuera de la Iglesia a aquél que todavía ayer, en el período preconciliar, rechazaba los dogmas, rechazaba los sacramentos, no se inclinaba ante la jerarquía. Sin duda, tal como lo entendíamos antes del concilio, dogmas, sacramentos, gobierno, exigencia de conversión interior, daban a la Iglesia el aspecto de una Ciudad Fortificada – Jerusalem quæ ædificatur ut civitas [iv]- con las puertas bien custodiadas y murallas inexpugnables. Nadie era admitido a franquear el umbral divino que no estuviese convertido. Sin embargo, desde entonces las cosas cambian bajo nuestros ojos; creencias, ritos, vida interior, están sometidos a un tratamiento de licuefacción universal tan violenta y tan perfeccionada que ellos ya no permiten distinguir entre católicos y no-católicos. Puesto que el sí y el no, lo definido y lo definitivo son tenidos como sobrepasados, uno se pregunta lo que impedirá que las mismas religiones no-cristianas formen parte de la nueva Iglesia universal, continuamente actualizada por las interpretaciones ecuménicas.
Uno se pregunta, si por lo menos se acepta el punto de vista que se dejaron imponer tantos y tantos Padres engañados por el Vaticano II : forjar un sistema desconocido anteriormente y un aparato todavía inédito para ganar el mundo a la Iglesia sin ser expuesto al fracaso ni sufrir persecución y comenzando por relativizar lo sobrenatural. Pero esto no significa nada. Porque por una parte Jesús dijo: El discípulo no es mayor que su Señor; si a Mí me han perseguido, los perseguirán también a ustedes; si han guardado Mi palabra, también guardarán la vuestra (Juan 15,20). Por otra parte lo sobrenatural no es volatilizable o modificable; es firme y preciso; presenta un rostro determinado; tiene una configuración completa y definitiva; desde la Encarnación del Verbo, desde la Cruz redentora y el envío del Espíritu Santo, lo único sobrenatural que existe es cristiano y católico. No hay más realidad que in Christo Jesu, et Virgine Maria et Ecclesia Christi[v]. Es por eso que si preservamos en el alma el punto de vista del Evangelio de Jesucristo y de los veinte primeros concilios, vemos muy claramente lo que reprime hasta la nada la quimera de la unidad ecuménica: es la obligación de doblar la rodilla ante el Hijo del hombre, autor y dispensador soberano de la salvación, pero únicamente en la única Iglesia que Él ha establecido".
La oración del P. Calmel
Para completar este florilegio y percibir, más allá de los combates que llevó a cabo tan valientemente, alguna cosa del alma del P. Calmel, he aquí una de sus oraciones.
"Yo sé bien, Oh mi Dios, que mis obras, mis luchas, mis escritos no os interesan, y por lo demás, en el fondo, tampoco me interesan; Vos no queréis en ellos más que la prueba de mi fe, de mi confianza, de mi amor; yo os los doy honestamente cumplidos, cierto, pero yo no quiero dároslos más que a este título de testimonio.
Ponedme bajo el manto de Vuestra divina Madre, cercano a su Corazón: que Ella me inspire, me sostenga y me guarde, Señor Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Sacerdote soberano y Eterno. Amén".
Ya no hay una sola Iglesia sino dos.
"Desde Paulo VI ya no hay una Iglesia sino dos. Obedezca a la Iglesia, obedezca a Roma, nos gritan los jerarcas y los silenciosos[vi]. Ellos pueden desgañitarse hasta enfermar, ellos han acabado de impresionarnos pues ahora nosotros sabemos que hay dos Romas así como hay dos Iglesias. Obedecer a Roma, obedecer a la Iglesia es lo único que queremos; estamos seguros que no hacemos otra cosa. Pero justamente Roma, la única Roma, la Roma que todavía está en Roma, es la de los doscientos sesenta y dos pontífices que no contradicen a la Roma anterior a la de Paulo VI y de antes del concilio. La Iglesia, la única Iglesia es aquella que no opone una misa moderna a la de quince siglos de Misas; que no sustituye hipócritamente el catecismo de Batavia al Catecismo de Trento; que transmite la Sagrada Escritura integral en lugar de traficarla; que guarda lo que todavía permanece intacto de la vida religiosa contemplativa o activa en lugar de desintegrarla y disolverla en nombre de la obediencia. Nosotros obedecemos a la Iglesia una, la que domina el mundo moderno y la pretendida civilización técnica. Nosotros no obedecemos a una iglesia modernista, una iglesia aparente que está irremediablemente comprometida en el engranaje de un mundo que ella pretendió desposar. Esta seudo iglesia puede encarnizarse en reducir a la esclavitud a la única Iglesia, nosotros no estamos engañados. Nosotros no somos de la Roma que ya no está en Roma; nosotros no somos de la iglesia aparente y polivalente. Nosotros somos de la Iglesia de siempre, de la Roma de siempre. Esta es el alma de nuestra resistencia. Itinéraires 190, p. 9".
Tener el valor de ver lo que es
"Debemos tener el valor de ver lo que es: por un proceso insensible, una iglesia aparente está sustituyendo a la Iglesia verdadera. Nosotros sabemos que ella no lo logrará; pero la confusión y la corrupción pueden llegar muy lejos y hasta seducir, si fuese posible, a los mismos elegidos. Me parece que sobre todo, por la extensión de la iglesia aparente es que se realiza el aumento de la apostasía".
Infiltración
"¿Cómo es que hemos descendido hasta este punto y con esta rapidez? Sería, me parece, una explicación insuficiente el tener en cuenta, únicamente, a los teólogos heterodoxos o incluso la astucia y la audacia de los novadores furiosos. Fue necesario, al mismo tiempo, la acción ininterrumpida de estos organismos ocultos que son expertos en el arte temible de orquestar las palabras ambiguas (si no francamente heréticas), que les imponen poco a poco a los laicos o a los eclesiásticos, que sopesan sin parecer una abrumadora presión sobre las autoridades oficiales. Así, tengamos mucho cuidado de no olvidar a las masonerías de todas clases y su funcionamiento metódico cuando buscamos una explicación suficiente de esta novedad apocalíptica de los tiempos actuales: una Iglesia aparente que se infiltra en la verdadera Iglesia e intenta suplantarla. Hablamos de infiltración. Se trata en efecto, en nuestros días, de una penetración poco visible, superficial a primera vista, poco aparente, insidiosa, más que una persecución abierta. Siguiendo las sugerencias de Roca y de Saint-Yves dAlveydre, las masonerías se preocupan menos de combatir la Iglesia violentamente que de remover delicadamente, bajo anestesia previa, lo que la constituye en sí misma: la vida sobrenatural y la estructura jerárquica con el primado pontifical".


[i] — Roger-Thomas Calmel O.P. «El lenguaje flexible», Itinéraires 75 (julio-agosto 1963), p. 76.
[ii] Roger-Thomas Calmel O.P. «Revelación divina sobre la historia humana», Itinéraires 73 (mayo 1963), p. 135.
[iii] Redactada a finales del año 1970 y principios de 1971, esta Apología apareció primero en la revista Itinéraires de marzo a julio de 1971, luego fue editada aparte en el otoño. La edición definitiva (realizada por las religiosas de Brignoles), fue publicada en 1987 por Itinéraires y Difralivre.
[iv] Jerusalén que está construida como una ciudad, Salmo 121, 3.
[v] En Cristo Jesús, la Virgen María y la Iglesia de Cristo (NDLR).
[vi] Los silenciosos: alusión al movimiento Los Silenciosos de la Iglesia, lanzado por Pierre Debray, y que quería agrupar a los católicos conservadores… ¡en la perfecta obediencia al papa! (NDLR)