PÁGINAS

miércoles, 13 de septiembre de 2017

EL SILENCIO GRAVEMENTE CULPABLE DE MÉNZINGEN



San Agustín y el silencio culpable de ciertas autoridades de la FSSPX  

Fuente: Medias-Presse

En el clima actual de “silencio culpable” que gana a ciertas autoridades de la FSSPX frente a las derivas romanas y a ciertas tomas de posición heterodoxas del Papa Francisco, he aquí un texto de san Agustín, sobre el Salmo 49, n° 25-26, que es un excelente antídoto al liberalismo…
Si veías a un ladrón, corrías con él, y tomabas parte con los adúlteros” (Ps 49, 18). No podrás decir: No he robado, ni cometido adulterio. ¿Cómo que no, si estabas de acuerdo con lo que hizo? ¿Acaso no tomaste parte con tu beneplácito? ¿No pusiste tu parte aprobando al que lo cometió? Esto es, hermanos, correr con el ladrón, y participar con el adúltero; porque aunque no lo realices, si alabas al que lo realiza, te haces cómplice de su transgresión; porque el pecador es elogiado por los deseos de su alma, y es bendecido el delincuente (Sal 9, 3). 
No ejecutas el mal, pero elogias a los que lo hacen. ¿Es esto un mal sin importancia? Tu boca se ha llenado de maldad, y tu lengua ha abrazado el engaño. Llama, hermanos, mala intención y engaño a la de algunos hombres, quienes por adulación, aun sabiendo que lo que están oyendo es una maldad, por no disgustar a aquellos de quienes lo han oído, no sólo consienten no reprendiendo, sino también con su silencio. 
[…] Empujas a la perdición al que incautamente manifiesta sus vicios, y que tal vez ignora que lo son; tú, que conoces que es eso un vicio, ¿no eres capaz de decirle: Adónde te precipitas? Si lo vieras caminar confiado en la oscuridad, por donde sabes que hay un pozo, y te callaras, ¿qué clase de hombre serías? ¿No te considerarías un enemigo de su vida? Y eso a pesar de que si cayese en el pozo, no le vendría la muerte del alma, sino únicamente de su cuerpo. Pues bien, él se precipita en sus vicios, manifiesta ante ti su mala conducta; tú sabes que eso está mal, y no obstante lo alabas y te ríes para ti mismo. Ojalá se convirtiera a Dios algún día el que es objeto de tu risa, y a quien tú no quisiste corregir, y te dijera: Queden confundidos los que me dicen. ¡Bravo, bravo! Y tu lengua ha abrazado el engaño.
Tal vez San Agustín hubiera agregado un segundo crimen viendo la situación actual. Además de ese silencio culpable, ciertas autoridades emplean su energía en combatir a aquellos que todavía se atreven a hablar.
Entonces se plantea una pregunta: cuando un organismo humano se pone a combatir sus propios anticuerpos destinados a defenderlo de los agresores exteriores, ¿no está este organismo gravemente enfermo? A menos de un año del capítulo general de la FSSPX, la pregunta merece plantearse.